Grey Tabby Cat |
Bueno, era una buena tarde de primavera en Auckland y estaba asomado por mi balcon en el piso (en la foto deabajo) cuando notaba un gatito gris deambulando por el recinto del complejo. No lo reconocía y sabía que no pertenecía a ningunos de mis vecinos. Como soy un amante de los gatos, lo llamaba y enseguida él vino corriendo hacía la escalera del edificio llorando. En vez de ignorarme majestuosamente como la mayoria de gatos, él llegó a mi puerta y se quedó tan tranquilamente para cenar. Desde el primer dia, ya se convirtío como un compañero fiel y cariñoso. Mi amigo Agustin tambien se enamoró de ella y como es gata, la pusimos el nombre Poppy.
Pasaban los dias de primavera y cuando llegó el invierno Poppy ya formó una parte indispensable de nuestra familia. Hay que admitir que Poppy no parecía muy diferente que otros gatos que había tenido en el pasado, pues le encantaba comer pescado, era distante a veces, pensativa (de esto no le gustaba Agustin tanto) y de vez en cuando traviesa. No quiero repetir las mismas vivencias de otra gente con su mascota felina, así que voy al grano de lo extraño que era Poppy. Ella le gustaba pasear con nosotros cada tarde sobre las 7 despues de la cena. Y no se trató de un paseito por la esquina. Andabamos unos 3 km por el suburbio y ella nos sigúío sin prisa, como si supiese de lo que se tratase. Pero despues de vivir 4 meses con nosotros, descubrí el propósito de los paseos para ella
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En una noche fria del invierno, emprendímos los 3 este largo camino. Pero debido a unos atrasos, empecémos a las 8 de la noche. Cuando eran las 9 menos cuarto, ya hemos llegado a Rutland Road que está a 50 metros del piso. Fue allí que Poppy se detuvó debajo de un faró y negó a moverse. Intentaba a cogerla en mis brazos pero me rehuyó. Despues de 20 minutos nos dimos por vencidos y como está cerca del piso, la dejemos allí con la confianza que ella volviese dentro de poco. Esta fue la última vez que vimos a Poppy.
La mañana siguiente a las 8, mi amigo decidío registrar todo el vecindario pero lo unico que encontró fue una carta en nuestro buzon de una señora agraciendonos por haber cuidado de su gata. Ella habia visto nuestra direccíon escrito en el collar de Poppy y nos contó que hace 4 meses perdío a su gata pero no la dío por perdido. Ella había seguido con su busqueda por todo el suburbio, recorriendo cada semana una o dos veces el mismo camino. Y esta noche, sus instintos (igual que los de Poppy) le llevó a Rutland Road para reunirse con ella, justo sobre las 9 y media de la noche.
¿Es este el destino, lo inevitable de todas nuestras vidas que preferimos ignorar? ¿Existe el sexto sentido de los animales? Ni idea, pero entiendo porque Poppy se negó a volver a nuestra casa, simplemente porque ya tenía otro hogar y ella sabía con toda seguridad que iba a volver pronto allí.
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