Wednesday 10 October 2012

Source Code (2011)



I do not recall the last time that I saw a movie that has held my full attention from beginning to end and at the same time made me weep.  I admit that I have always had a soft spot for selfless, valiant protagonists (mostly soldiers) who have strived with unending perseverance for their causes and beliefs and loved with all their hearts for what they believe in.  In fact, I can only recall John Dunbar from Dances with Wolves. The other night I tried to watch a movie on cable without changing channels, and it was truly 90 minutes well spent.  The movie is a timely reminder of the essence of everything that truly matters; of what we hold dear to our hearts; of the oft mentioned but seldom practiced motto of Carpe Diem.  Despite slight missteps in logical coherence, the movie does its best in suggesting a parallel reality that can be reached via our subconscious minds, and made possible by technology.

The last 15 minutes of the movie really goes straight for the heart.   Clichéd?  Maybe, but in this day and age when the generic Gen Y person lives and breathes cynicism, the message of universal love and goodwill and seizing the present moment to live and love to the fullest is more than welcome.    More so when this goodwill is personified in the main character played by Jake Gyllenhal, whose main concern is his cause, mission, and also his need to amend the hurt that he has caused others, in this case his estranged father, and lastly to spread goodwill and love to fellow sentient beings.  There is one single sublime moment in during the last 15 minutes when time is suspended and the energy of all the people on the train carriage is in perfect harmony and synergy, transforming itself into pure joy.

No recuerdo la última vez que vi una película que ha ocupado toda mi atención de principio a fin y a la vez me hizo llorar.  Admito que siempre he tenido una debilidad para desinteresado, valientes protagonistas (en su mayoría soldados) que han luchado por sus causas y creencias y amaba con todo su corazón para qué creen.  De hecho, sólo puedo recordar a John Dunbar de danzas con Wolves.The otra noche que traté de ver una película en cable sin cambiar de canales, y fue realmente 90 minutos bien invertidos.  La película es un recordatorio oportuno de la esencia de todo lo que verdaderamente importa; de lo que apreciamos a nuestros corazones; del lema frecuentemente mencionado pero rara vez se practica de Carpe Diem.  A pesar de la leves traspiés en coherencia lógica, la película hace su mejor esfuerzo al sugerir una realidad paralela que puede ser alcanzada a través de nuestra mente subconsciente y hecha posible por la tecnología. No recuerdo la última vez que vi una película que ha ocupado toda mi atención de principio a fin y a la vez me hizo llorar.  Admito que siempre he tenido una debilidad para desinteresado, valientes protagonistas (en su mayoría soldados) que han luchado por sus causas y creencias y amaba con todo su corazón para qué creen.  De hecho, sólo puedo recordar a John Dunbar de danzas con Wolves.The otra noche que traté de ver una película en cable sin cambiar de canales, y fue realmente 90 minutos bien invertidos.  La película es un recordatorio oportuno de la esencia de todo lo que verdaderamente importa; de lo que apreciamos a nuestros corazones; del lema frecuentemente mencionado pero rara vez se practica de Carpe Diem.  A pesar de la leves traspiés en coherencia lógica, la película hace su mejor esfuerzo al sugerir una realidad paralela que puede ser alcanzada a través de nuestra mente subconsciente y hecha posible por la tecnología. No recuerdo la última vez que vi una película que ha ocupado toda mi atención de principio a fin y a la vez me hizo llorar.  Admito que siempre he tenido una debilidad para desinteresado, valientes protagonistas (en su mayoría soldados) que han luchado por sus causas y creencias y amaba con todo su corazón para qué creen.  De hecho, sólo puedo recordar a John Dunbar de danzas con Wolves.The otra noche que traté de ver una película en cable sin cambiar de canales, y fue realmente 90 minutos bien invertidos.  La película es un recordatorio oportuno de la esencia de todo lo que verdaderamente importa; de lo que apreciamos a nuestros corazones; del lema frecuentemente mencionado pero rara vez se practica de Carpe Diem.  A pesar de la leves traspiés en coherencia lógica, la película hace su mejor esfuerzo al sugerir una realidad paralela que puede ser alcanzada a través de nuestra mente subconsciente y hecha posible por la tecnología. No recuerdo la última vez que vi una película que me ha enganchado desde el principio a fin y a la vez me hizo llorar.  Admito que siempre he tenido una debilidad para los valientes protagonistas (muchas veces son soldados) que han luchado con perseverancia por sus causas y creencias y expresaban su amor con todo su corazón.  De hecho, sólo puedo recordar a John Dunbar de Bailando con Lobos.  La otra noche intentaba ver una película en cable sin hacer zapping, y eran 90 minutos de puro regocijo.  La película es un recordatorio oportuno de la esencia de todo lo que verdaderamente importa; de lo que realmente apreciamos y que nos importan a nosotros; del lema frecuentemente mencionado pero rara vez seguido de Carpe Diem.  A pesar de los fallos en la coherencia lógica, la película hace su mejor esfuerzo al sugerir una realidad paralela que puede ser alcanzada a través de nuestra mente subconsciente con la ayuda de la tecnología.

Los últimos 15 minutos de la película van directamente para el corazón.   ¿Suena cursi?  Tal vez, pero en esta época cuando la persona genérica que pertenece a la generación Y vive y respira el cinismo, el mensaje de amor universal y la buena voluntad, y de aprovechar el presente para vivir y amar al máximo es más que bienvenido.  Sobre todo cuando esa buena voluntad está personificada en el protagonista interpretado por Jake Gyllenhal, cuya principal preocupación es su causa, su  misión, y también su necesidad de enmendar el daño que ha provocado a sus queridos en el pasado, en este caso su padre, y su empeño de extender la buena voluntad y amor hacia otros seres sintientes.  Hay un momento sublime durante los últimos 15 minutos cuando se suspende el tiempo, cuando la energía de todas las personas en el vagón del tren está en perfecta armonía y sinergia, transformándose en pura alegría.

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