Monday 28 September 2015

COME DINE WITH ME - TURKEY


Una de las necesidades más básicas de la condición humana es comer, y sobre todo compartir nuestra comida.  Es algo que hemos heredado de los primates, algo innato en todos nosotros.  Cuando estamos en la presencia de otra persona que está comiendo, el acto de compartir y masticar los alimentos juntos tiene un significado y simbolismo que viene de tiempos antaño, casi primitivos.

Sin embargo, la escasez de la comida en todas las épocas ha dado lugar a guerras, atrocidades, luchas en la vida cotidiana.  Hasta hoy en día en países desarrollados, donde no pasan casi nada de hambre, las personas siguen dando vueltas en su trabajo y rutina luchando por un trozo más grande de la tarta, aunque esta necesidad de alimentarse ya esta mas que cubierta. 

Algo que he observado en muchas ocasiones en mi vida nómada en los últimos tres años, es que algunas sociedades más competitivas que gozan de la abundancia, son muchas veces las más egoístas y mezquinas.  Mientras tanto, los países donde la gente, sin llegar a ser dogmaticos, tiene una creencia y religión, son los más generosos, con un corazón de oro.  Un ejemplo es la bella tierra de Turquía, donde las personas en las pequeñas ciudades, sobre todo los pueblos, suelen invitar a unos extraños a tomar un té en sus casas.

Durante mi estancia en el sur de Turquía, visitaba varios pueblos costeros, algunos más turísticos que otros.  Deambulando por las calles y mezclándome con gente autóctona, he podido sentir de primera mano la bondad de la población, por ejemple la anciana que me invitaba a su posada.  O el hombre y la chica de un chiringuito que me ofrecieron su desayuno, una experiencia mágica e inolvidable, sobre todo cuando descubrí que ellos no han dejado nada para ellos mismos. En contraste, es triste reconocer que en otros países, hayan personas que no te van a ofrecer ni un vaso de agua cuando les visite en sus casas.


También recuerdo este chico Yasin que conocí en el restaurante de sus padres.  Él no dejaba de llenar mi taza con todo el té que quería, sin cobrar ni un céntimo para el té.  Encima me regaló su propio diccionario turco-ingles, con su firma personal.  Ya casi nadie hace tales cosas en esa época de informática y mediocridad, menos en los países más ricos del mundo.  Llevo una gran añoranza en mi corazón por volver a viajar.  Desde luego viajando y compartiendo la comida con la gente de los países que uno visita, es una de las mejores formas en que uno puede verdaderamente conocer a las personas y amarlas.    

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