No
existe una emoción mas insoportable que la vulnerabilidad en los humanos,
porque nadie, sea por el orgullo o autoestima, quieran sentirse débiles o peor,
que las personas les perciben como débiles.
Casi prefieren muchos sacar su mala leche, rebeldía, visceralidad en
defensa propia, pero desde luego que no parezcan débiles en los ojos de los demás. El honor y el orgullo una vez desvanecido, podría
acarrear a un estado de desolación y en muchos casos se convertirá en el motivo
del suicidio. El desprecio de los demás
aun no es tan ‘dañino’ como la compasión y lastima que manifiesta la gente,
esto es lo mas vergonzoso.
¿Y
por qué esa aversión a una sensación tan normal como la vulnerabilidad, algo
que nos azota casi todos los días? ¿No
es humano sentirse desamparado ante tantos sueños hecho añicos a lo largo de
los años? Eso sin mencionar también las
perdidas que nos aguarda la vida, que sean de la salud, los queridos, el
dinero, la juventud, etcétera. La reacción
usual ante tales experiencias es una transformación de la vulnerabilidad en la
ira, el odio, la represalia, la amargura, la violencia, la depresión y otras
emociones negativas.
Como
cualquier humano, no soy inmune a esos instantes cuando por instinto me ponía
una cara de valiente cuando por dentro la tristeza vinculada a la
vulnerabilidad me envuelve. En esos
momentos suelo recurrir a esa frase de la biblia:
“For when I am weak, then am I strong” ...2
Corinthians 12:10
Tal
como dicen los judíos, ‘cuando uno se sienten débiles, mientras que mantengan
el espíritu recto, encontraran sus fuerzas’.
Algunos lo alegaran a su Dios, pero mas bien se refiere al Espíritu Santo
que está siempre en todas las cosas, que sean con formas físicas o no. Esa mano divina que yace dentro de nosotros
nos permite aposentarnos en la vulnerabilidad.
Y si uno realmente asimilar ese estado como una reacción natural ante cualquier
desgracia, se dará cuenta que no tiene por qué temer la vulnerabilidad, porque
es pasajero y fugaz. Y cuando hayan
pasado los momentos difíciles, aun permanecerá nuestro espíritu, tanto en esta
vida como en la muerte.