I do not
recall the last time that I saw a movie that has held my full attention from
beginning to end and at the same time made me weep. I admit that I have always had a soft spot
for selfless, valiant protagonists (mostly soldiers) who have strived with
unending perseverance for their causes and beliefs and loved with all their
hearts for what they believe in. In
fact, I can only recall John Dunbar from Dances with Wolves. The other night I tried
to watch a movie on cable without changing channels, and it was truly 90
minutes well spent. The movie is a
timely reminder of the essence of everything that truly matters; of what we
hold dear to our hearts; of the oft mentioned but seldom practiced motto of
Carpe Diem. Despite slight missteps in
logical coherence, the movie does its best in suggesting a parallel reality that
can be reached via our subconscious minds, and made possible by technology.
The
last 15 minutes of the movie really goes straight for the heart. Clichéd? Maybe, but in this day and age when the
generic Gen Y person lives and breathes cynicism, the message of universal love
and goodwill and seizing the present moment to live and love to the fullest is
more than welcome. More so when this goodwill is personified in the
main character played by Jake Gyllenhal, whose main concern is his cause,
mission, and also his need to amend the hurt that he has caused others, in this
case his estranged father, and lastly to spread goodwill and love to fellow
sentient beings. There is one single
sublime moment in during the last 15 minutes when time is suspended and the energy
of all the people on the train carriage is in perfect harmony and synergy,
transforming itself into pure joy.
No
recuerdo la última vez que vi una película que ha ocupado toda mi atención de
principio a fin y a la vez me hizo llorar.
Admito que siempre he tenido una debilidad para desinteresado, valientes
protagonistas (en su mayoría soldados) que han luchado por sus causas y
creencias y amaba con todo su corazón para qué creen. De hecho, sólo puedo recordar a John Dunbar
de danzas con Wolves.The otra noche que traté de ver una película en cable sin
cambiar de canales, y fue realmente 90 minutos bien invertidos. La película es un recordatorio oportuno de la
esencia de todo lo que verdaderamente importa; de lo que apreciamos a nuestros
corazones; del lema frecuentemente mencionado pero rara vez se practica de
Carpe Diem. A pesar de la leves traspiés
en coherencia lógica, la película hace su mejor esfuerzo al sugerir una
realidad paralela que puede ser alcanzada a través de nuestra mente
subconsciente y hecha posible por la tecnología. No recuerdo la última vez que
vi una película que ha ocupado toda mi atención de principio a fin y a la vez
me hizo llorar. Admito que siempre he
tenido una debilidad para desinteresado, valientes protagonistas (en su mayoría
soldados) que han luchado por sus causas y creencias y amaba con todo su
corazón para qué creen. De hecho, sólo
puedo recordar a John Dunbar de danzas con Wolves.The otra noche que traté de
ver una película en cable sin cambiar de canales, y fue realmente 90 minutos
bien invertidos. La película es un
recordatorio oportuno de la esencia de todo lo que verdaderamente importa; de
lo que apreciamos a nuestros corazones; del lema frecuentemente mencionado pero
rara vez se practica de Carpe Diem. A
pesar de la leves traspiés en coherencia lógica, la película hace su mejor
esfuerzo al sugerir una realidad paralela que puede ser alcanzada a través de
nuestra mente subconsciente y hecha posible por la tecnología. No recuerdo la
última vez que vi una película que ha ocupado toda mi atención de principio a
fin y a la vez me hizo llorar. Admito
que siempre he tenido una debilidad para desinteresado, valientes protagonistas
(en su mayoría soldados) que han luchado por sus causas y creencias y amaba con
todo su corazón para qué creen. De
hecho, sólo puedo recordar a John Dunbar de danzas con Wolves.The otra noche
que traté de ver una película en cable sin cambiar de canales, y fue realmente
90 minutos bien invertidos. La película
es un recordatorio oportuno de la esencia de todo lo que verdaderamente
importa; de lo que apreciamos a nuestros corazones; del lema frecuentemente
mencionado pero rara vez se practica de Carpe Diem. A pesar de la leves traspiés en coherencia
lógica, la película hace su mejor esfuerzo al sugerir una realidad paralela que
puede ser alcanzada a través de nuestra mente subconsciente y hecha posible por
la tecnología. No
recuerdo la última vez que vi una película que me ha enganchado desde el principio
a fin y a la vez me hizo llorar. Admito
que siempre he tenido una debilidad para los valientes protagonistas (muchas
veces son soldados) que han luchado con perseverancia por sus causas y
creencias y expresaban su amor con todo su corazón. De hecho, sólo puedo recordar a John Dunbar
de Bailando con Lobos. La otra noche
intentaba ver una película en cable sin hacer zapping, y eran 90 minutos de
puro regocijo. La película es un
recordatorio oportuno de la esencia de todo lo que verdaderamente importa; de
lo que realmente apreciamos y que nos importan a nosotros; del lema
frecuentemente mencionado pero rara vez seguido de Carpe Diem. A pesar de los fallos en la coherencia
lógica, la película hace su mejor esfuerzo al sugerir una realidad paralela que
puede ser alcanzada a través de nuestra mente subconsciente con la ayuda de la
tecnología.
Los
últimos 15 minutos de la película van directamente para el corazón. ¿Suena cursi?
Tal vez, pero en esta época cuando la persona genérica que pertenece a
la generación Y vive y respira el cinismo, el mensaje de amor universal y
la buena voluntad, y de aprovechar el presente para vivir y amar al máximo es
más que bienvenido. Sobre todo cuando esa
buena voluntad está personificada en el protagonista interpretado por Jake
Gyllenhal, cuya principal preocupación es su causa, su misión, y también su necesidad de enmendar el
daño que ha provocado a sus queridos en el pasado, en este caso su padre, y su
empeño de extender la buena voluntad y amor hacia otros seres sintientes. Hay un momento sublime durante los
últimos 15 minutos cuando se suspende el tiempo, cuando la energía de todas las
personas en el vagón del tren está en perfecta armonía y sinergia,
transformándose en pura alegría.